Ocho días después, el Gobernador de Veracruz por fin habla con uno de los padres de los jóvenes desaparecidos. Y de nuevo, la promesa: “Todo va a salir bien. También soy padre”. Pero Playa Vicente no es el mismo que hace muy poco tiempo. Los ciudadanos se han unido para acompañar a las familias que viven una tragedia…
Por Miguel Ángel León Carmona
Playa Vicente, 20 de enero (BlogExpediente/SinEmbargo).– “Como familiar de desaparecido, a uno le pasan muchas cosas en 24 horas; no me esperaba la llamada de Javier Duarte, iban ocho días y no sabíamos nada de él. Quién me iba a decir que tan pronto llegarían las amenaza de muerte, además de un llamado para reconocer osamentas disueltas en ácido sulfúrico. Todo esto es un infierno y honestamente, no le alcanzo a ver el fin”.
“Todo va a salir bien, señor Benitez, esto terminará pronto, no pienso descansar. Estoy consternado, me duele su problema porque también soy padre”, fueron las palabras del Gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, 192 horas posteriores a la desaparición forzada de cinco jóvenes en la ciudad de Tierra Blanca, a manos de guardias estatales.
Al término de la jornada, no todo fue tinieblas ni oscura impunidad, el apoyo de la gente mantiene en posición de firmes a los familiares heridos de muerte. Tres camiones que regresan de manifestarse en la ciudad de Xalapa, hacen parada en el ministerio público, desprenden gritos de apoyo: “¡Estamos con ustedes! ¡Playa Vicente está listo para levantarse! ¡No nos van a detener!
“ENCONTRAMOS RESTOS HUMANOS, ACOMPÁÑEME”
El segundo rosario del 18 de enero, transcurría sin inconvenientes; los pulgares sobre las diminutas piedras cristalinas estaban por llegar al crucifijo; se aproximaba el final de la plegaria cristiana en el Ministerio Público de Tierra Blanca, hoy convertido en un santuario, donde se intercede por los cinco de Playa Vicente, Veracruz.
Inesperadamente, en punto de las 17: 00 horas, una decena de motores sonaron a las afueras de la dependencia local. Elementos de la policía estatal y Fuerza Civil solicitaban la presencia del señor Bernardo Benítez Herrera, debía congregar a los miembros de las familias de desaparecidos.
El Fiscal Regional de Cosamaloapan, el licenciado Guilebaldo Maciel Mercado, debía rendir resultados de un operativo realizado entre los municipios de La Tinaja y Tierra Blanca. Los padres, sin duplicar su pensamiento, alistaron las identificaciones, cambiaron de ropas, dejaron gente al mando del campamento en el ministerio público y el último misterio religioso terminaría lleno de incertidumbre.
La entrada principal del edificio, ya era resguardada por al menos una veintena de elementos policiales. Los oficiales de rango mayor, escoltaron los vehículos donde se repartieron las familias. Partieron en caravana rumbo al Hotel María Bonita, a cinco minutos del sitio.
Al llegar al lugar acordado, Maciel Mercado, los invitó a tomar asiento, a procesar las cosas con mesura: “Señores, nuestros perros rastreadores hallaron objetos personales junto a un tambo con ácido sulfúrico, dentro de una camioneta Chevrolet color blanca, desconocemos si se trata de sus muchachos”, advirtió el Fiscal regional.
“Son momentos horribles, uno se pone a pensar lo peor. Sentí desmayarme, las fuerzas me flaqueaban, tuve miedo y mucho. Sin embargo me hice el fuerte, había que enfrentar la realidad”, comenta don Bernardo Benítez Herrera, mientras termina con un cigarrillo Marlboro rojo.
Sin embargo, la diligencia se vería interrumpida por una llamada con lada (228), se trataba del Gobernador, Javier Duarte de Ochoa, quien estaba en la línea y había intenciones de comunicarse con el portavoz de las cinco familias laceradas por el múltiple levantamiento.
Don Bernardo Benitez, abandonó la reunión con angustia. Debía atender 15 minutos el teléfono. “Por un lado quería saber si se trataba de mi hijo, pero era la primera vez en ocho días que Javier Duarte se comunicaba con nosotros, no debíamos dejarlo ir”.
“ESTO TERMINARÁ PRONTO”: DUARTE
“Todo va a salir bien, señor Benítez. Estoy al mando de todo el operativo, tengo reporte el puntual de los avances en las investigaciones. Estoy consternado, me duele su problema porque también soy padre. No voy a descansar hasta terminar con esto”, comentó el mandatario aseguró don Bernardo Benítez.
Sin embargo, el discurso se escuchaba similar al del Fiscal, Luis Ángel Bravo Contreras y al de los demás funcionarios locales, involucrados en la investigación 27/2016:
«Le aseguro que los detenidos cargarán con todo el peso de nuestra ley. Es vergonzoso que el crimen organizado salga con situaciones que laceren al pueblo de Veracruz—». Palabras más, palabras menos, fueron emitidas durante 15 minutos de conversión satelital.
Por su parte, el padre de 54 años, aclara, mientras enciende el quinto cigarrillo durante la entrevista: “Le doy mi voto de confianza al señor, pero le pido que agilicen los procesos, no podemos esperar más, estamos desesperados. Vivimos en condiciones infrahumanas con tal de encontrar a nuestros hijos y no lo merecemos, no somos criminales”.
La llamada terminó, no hubo un real alivio luego de entrevistarse con el máximo representante veracruzano. El padre de Bernardo Benítez Arróniz, prefirió regresar pronto a la reunión. Le angustiaba conocer los objetos hallados en el operativo:
Se trata de dos relojes, uno color negro y otro blanco marca Tommy Hilfiger, una navaja Victorinox, cuatro lentes oscuros de imitación, una cadena de oro. De primera vista, ningún objeto correspondía a los cinco jóvenes levantados.
No obstante, se harían las pruebas periciales correspondientes de las osamentas ubicadas por los caninos de olfato entrenado, así como las huellas digitales que existieran en los objetos encontrados. Los servicios periciales se realizarían en la Fiscalía de Investigaciones Ministeriales, en Xalapa, Veracruz.
“Tengo mucho miedo, por todos, no quiero que se trate de mis muchachos, los queremos con vida. Sabemos cómo está la inseguridad en todo México, si las autoridades no actúan, soy capaz de por mi hijo dar la vida. Si debo de morir, moriré. No pasa nada», dijo.
UNA NOCHE INESPERADA
Luego de haber pasado una tarde de sobresaltos y nauseas, producidas por la impresión de haber careado a la muerte, por no saber paradero alguno. La angustia se mantiene en el oscuro renglón. Don Bernardo Benítez y compañía regresan a su base, en el ministerio público de Tierra Blanca.
El grupo de familiares, desciende de sus vehículos en punto de las 19:00 horas, el tercer rezo ya está en curso. Los que recién llegan, notan que la gente de Tierra Blanca está blindada de valor, junto a las imágenes de los cinco desaparecidos, ahora se muestran las fichas de al menos otros seis levantados en la misma ciudad.
Los familiares de los desaparecidos de investigaciones estancadas, comparten: “A nuestros hijos los teníamos olvidados hasta hoy por el miedo. En Tierra Blanca han pasado muchas desgracias, que no nos atrevíamos a relatarlas. Pero estas personas nos han venido a llenar de fuerza”, comparte la señora Cruz; a su hijo, José Rodolfo López Cruz, lo desaparecieron el 15 de octubre de 2013 en unas unidades deportivas.
Las oraciones culminan a las 21: 00 horas, es momento de compartir los alimentos, mismos que abundan gracias a la cooperación de la gente. El atole de arroz y los tamales se comparten en un ambiente de confianza, hay al menos ocho historias similares de desapariciones forzadas, la gente entiende a los afectados en turno, aunque no todos exorcizan sus demonios del pasado, guardan sus historias.
A las 22 horas, la gente comienza a regresar a sus hogares, saben que el ambiente inseguro los aguarda a las afueras del M.P en las calles de Tierra Blanca, personas se despiden y antes de salir del edificio ministerial ofrece oraciones al altar central:
Una mesa de cincuenta centímetros de alto, en ella se exponen diez fotografías, dos por cada desaparecido, los custodian imágenes benditas: San Judas Tadeo, San Rafael Guízar y Valencia, el Señor de la Misericordia, la Virgen de Guadalupe, San Pedro, San Miguel Arcángel, San Benito, este último es el más solicitado, “Él se encarga de hallar las cosas perdidas”, comparte la señora Gloria de la O Santos, madre de desaparecido.
En la parte baja del altar, al menos 20 veladoras aromáticas son formadas en dos hileras por doña Carmen Garibo Maciel, quien forma un camino luminoso para su pequeña Susy, además le ofrece agua en vasos de cristal, indispensable para un desaparecido por si tiene sed, advierte la señora de ojos gastados por el llanto.
Por un espacio de sesenta minutos, las instalaciones se vuelven un sitio privado para los familiares. Se intercambian buenos deseos, “mañana vamos a amanecer con noticias positivas, tengamos fe en Dios”, Columba Arróniz González, reparte ánimos la madre, solloza.
En punto de las 23: 15 un agente de la policía ministerial avisa a don Bernardo Benítez que tiene otra llamada con lada (228), esta vez se trata de la licenciada María del rosario Zamora González, las pruebas periciales ya habían arrojado verdecitos:
“Señor Bernardo, buenas noches, le confirmo que ningún resto hallado en el operativo pertenece a sus hijos, las osamentas son de animales, de antemano le pido una disculpa y sabe que la búsqueda no va se detendrá”.
Luego de 194 horas, por primera vez a don Bernardo se le asoma una ligera sonrisa, seguida de una santiguada en acción de gracias. Comunica a los demás familiares, “No son nuestros hijos, eran animales», unas risas en tonos más altos son desprendidas de las caras largas.
La media noche llega, al primer minuto del martes 19 de enero, las luces en el ministerio público son apagadas, la gente, coincide con la penumbra y deciden descansar, días de altibajos emocionales, como el que acaba de morir, pueden repetirse.
Los pedazos de colchonetas, el único apoyo que el gobierno del estado ha brindado para las cinco familias, son acomodadas en hilera. Para la gente acostumbrada a temperaturas que superan los 35 grados, los 17 de esta madrugada se vuelven gélidos.
Hay silencio en la explanada central, los primeros ronquidos comienzan a aparecer en las esquinas, la atmósfera de tonos de notificaciones en los celulares es incontrolable. Nadie se molesta de los sonidos, puede tratarse de alguna noticia de importancia.
Así pasa la primera y segunda hora del día martes, hasta que para, sorpresa de los presentes, alguien toca en el portón principal. “Es nuestra gente, ábranles. Todos arriba, familia. Vienen de Xalapa “.
PLAYA VICENTE ESTÁ CON USTEDES
Las puertas son abiertas de par en par, al menos dos centenares de personas son bienvenidas al campamento, rostros de lucha se vislumbran, hay saludos, abrazos y buenas nuevas, el líder, y ex Presidente Muncipal de Playa Vicente, Francisco de la O, anuncia el reporte de lo sucedido en la capital.
“No fue fácil, señores, pero nos escucharon. Gritamos nuestra inconformidad. Llegó apoyo de todos lados, nuestro movimiento es algo grande; hubo grupos de desaparecidos de todo el estado: Colectivo Por la Paz Xalapa, Colectivo Desaparecidos Córdoba-Orizaba, Solecito, madres de Córdoba, Huatusco, Atoyac, todos al grito unísono: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
“La gente está puesta para lo que sea, don Bernardo, estamos a la orden”. El portavoz de las cinco familias, agradece, está al borde del llanto, se siente cobijado por los brazos de su pueblo. Decide organizarlos y compartir un discurso improvisado:
“Gracias por acompañarnos, amigos. Nos llenan de paz. “Es algo espantoso lo que estamos pasando, si dormimos es por ratos, llega un momento en que el cuerpo ya no aguanta, pero la fuerza nos las dan nuestros hijos y ustedes. No nos vamos a detener”. Comparte con voz medio cortada don Bernardo Benítez.
“Que nos regresen a los hijos, son jóvenes buenos, no han hecho nada malo. Ojalá se sensibilizaran aquellos, si es que son padres deben saber el sentimiento que tenemos al momento. Si necesito rogarles para que me los devuelvan, no duden que lo haría. Los hijos son un don bendito, no podemos perderlos”. Comparte, don José Benítez Herrera.
Luego del discurso de los padres, el café negro y las piezas de pan son compartidos al por mayor, cigarrillos se encienden, gente que levanta sus sombreros y se pone a la orden de las madres. Un ambiente de fraternidad se vive en el sitio que suele provocar llantos y reclamos.
El ministerio público de Tierra Blanca se ha vuelto un santuario de oración. Un templo de buenos deseos. Lugar donde existe más fe en Dios que en la justicia terrenal.
La visita de paso, llega a su final a las tres de la mañana. Los visitantes son custodiados. Al marcharse, desde los vidrios, se asoman brazos levantados. ¡Fuerza! grita la gente a manera de despedida.
El día acaba, será recordado más por el apoyo del pueblo que por la llamada del Gobernador. El discurso campesino, con todo y tropiezos al ser emitido, penetra el sentimiento de los padres con mayor efervescencia.
El ruido de lucha se pierde entre la calle Lerdo, las puertas son cerradas con candado, el lugar se blinda. No se puede ignorar que la gente acampa en un territorio desconocido, descrito por sus propios pobladores como lugar “caliente” donde abundan los secuestros, los levantones, las balaceras. La gente se dispone a descansar dos horas, a las cinco iniciará otro calvario.